…con mi obra intento mostrar lo que el Hombre hace contra el Hombre. Oswaldo Guayasamín
Nacido en Quito, Ecuador, el 6 de junio de 1919, Oswaldo Guayasamín (apellido que en quechua significa ave blanca volando), era hijo de madre mestiza y padre indio, que trabajaba como carpintero y taxista. Su madre murió muy joven, agobiada por el trabajo y el cuidado de sus diez hijos, de los cuales Oswaldo era el mayor. Guayasamín decía recordar a su madre siempre estando embarazada. El amor que sentía hacía ella lo plasmó muchas veces en sus cuadros.
Su aptitud artística despierta a temprana edad. Antes de los ocho años de edad ya pintaba los avisos de la tienda de comestibles de su madre, renovándolos cada semana. También realiza retratos de estrellas de cine y caricaturas de sus maestros y compañeros, que vendía en la plaza Independencia para ayudar a su numerosa familia.
Contra la voluntad de su padre, a quien decía temer, logró entrar en la Escuela de Bellas Artes de Quito, en 1932, un año de fuerte agitación política en Ecuador. Es una época de levantamientos obreros, y fue durante la llamada «guerra de los cuatro días» que en una manifestación muere su gran amigo de la infancia, Manjarrés. Este acontecimiento lo marca enormemente, lo pone frente a su época a su realidad social, y más tarde inspira su obra «Los niños muertos» (1941), que marcará su «estilo» en la temática de retratar el dolor y sufrimiento de quienes tienen poco o nada en la vida.
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En 1941 obtiene el diploma de pintor y escultor, tras haber seguido también estudios en arquitectura. En 1942 expone por primera vez en una sala particular de Quito y provoca un escándalo. La crítica considera esta muestra como un enfrentamiento con la exposición oficial de la Escuela de Bellas Artes.
Ya para esa época Guayasamín había logrado una reputación reivindicadora, plasmando a personajes o símbolos del poder, caricaturizados o mostrándolos como represores y asesinos. Esta actitud solía molestar a las autoridades quienes buscaban suspender o cancelar sus exhibiciones.
Guayasamín marcó con su obra una tendencia: el realismo social, y se convertiría en un referente de la pintura ecuatoriana en el exterior, maestro de talla mundial. Se identificaría, en cada pincelada, con la protesta y la denuncia social, para retratarse con rabia; para llamar, desde sus trazos, a una sociedad más justa y a una vida mejor para los desposeídos.
En 1943, luego de una corta estadía de seis meses en Estados Unidos viaja a México, donde se pone en contacto con los grandes muralistas mexicanos como José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, quienes influenciaron su pintura, e inocularon en Guayasamín el gusto y la necesidad de mostrar su obra en grandes formatos, como los murales. Igualmente las temáticas de lucha e injusticia social que reflejaban los muralistas mexicanos estaban en la misma linea de visión que este pintor ecuatoriano. Pero también Guayasamín muestra en su pintura una fuerte influencia de los constructivistas y del arte abstracto, especialmente se nota la influencia de Pablo Picasso, particularmente la de su período azul, de donde Guayasamín toma elementos y hasta el color para crear sus piezas.
Guayasamín fue un activista político y defensor de los derechos de los indígenas. Sus viajes por Latinoamérica lo llevó a conocer casi todos estos países y en cada uno se conectaba con las diferentes etnias indígenas, se vinculaba con militantes y figuras políticas, con grandes artistas, músicos, poetas y escritores, como Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Fidel Castro, El Che Guevara, Rigoberta Menchú, entre otros.
Sus retratos también incluyen diversas personalidades mundiales pero además están sus autorretratos, uno de los cuales se encuentra en el Museo de los Ufizzi en Italia, donde reposan sólo tres autorretratos de artistas latinoamericanos, el del uruguayo Joaquín Torres García, el del mexicano José Clemente Orozco y el de Guayasamín, al lado de autorretratos de Rembrandt y Da Vinci.
Fue ganador de innumerables premios nacionales e internacionales, como el Gran Premio de la III Bienal de Barcelona España (1955-56), Primer Premio de la Bienal de Sao Paulo (1957) y el Gran Premio de la Bienal Interamericana de Arte de México (1960). Recibió también varias condecoraciones oficiales y doctorados Honoris Causa de Universidades de América y Europa.
En 1976 crea la Fundación Guayasamín, en Quito, a la que dona su obra y sus colecciones de arte, ya que concibe el arte como un patrimonio de los pueblos.
En 1978 es nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de España, y un año después, miembro de honor de la Academia de Artes de Italia.
En 1982 se inaugura el Aeropuerto de Barajas con un mural de 120 metros pintado por Guayasamín. Este, un gran mural elaborado con acrílicos y polvo de mármol dividido en dos partes: una de ellas dedicada a España y la otra a Hispanoamérica.![](https://i0.wp.com/www.corneta.org/no_118/obra_de_oswaldo_guayasamin_artista_ecuatoriano_files/muralbarajas.jpg)
En agosto de 1988 hace entrega al Congreso ecuatoriano de un mural de unos 360 metros cuadrados que quedó instalado en el salón de sesiones de la Cámara.
También donó un mural a la UNESCO que se instaló en la entrada de la sede de ese organismo en París y que está dedicado «a los millones de niños que mueren cada año de hambre en el mundo».
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Aparte de sus murales, también realizó pequeños cuadros, esculturas, tallas, dibujos y monumentos. Cuenta con más de 180 exposiciones individuales que recorrieron los grandes centros del arte occidental como Paris, Roma, Madrid, Moscú, Luxemburgo, Praga, Varsovia, entre otras.
Autor de más de 7.000 pinturas, su obra puede ser dividía en tres etapas: El Camino del Llanto, La Edad de la Ira y La Edad de la Ternura.
En la primera serie Huacayñan, -en quechua el camino del llanto- expone el tema de las tradiciones y culturas indígenas oprimidas. Son 103 cuadros que muestran la América mestiza, india y negra.
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La segunda serie es La edad de la ira, que arranca en 1961 con 250 cuadros y unos 5.000 dibujos. Un testimonio de una época cruel en la historia del hombre, como atestiguó una vez: «el siglo más terrible de la historia de la humanidad, el que me tocó vivir». Para realizar esta serie, visitó Hiroshima, Vietnam, los campos de concentración en Europa, y su propio país, Ecuador, donde una dictadura militar casi lo fusila en 1963.
En los años 80 madura el ciclo La edad de la Ternura, una sinfonía que pone en movimiento la entrega de los hombres al trabajo, para mejorar y vivir todos por la Tierra. Abundan aquí los retratos como Madre y niño, de 1989. En estos últimos años decía encontrarse trabajando en la Edad de la Esperanza, la síntesis de todos sus conocimientos técnicos y de su experiencia vital.
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Así fue que 1996 comenzó lo que sería su más grande obra, un homenaje a la humanidad, la llamada Capilla del Hombre, un monumento-museo, enclavado en lo que es «la mitad del mundo», hacia las márgenes de la ciudad de Quito, en una cima de vista imponente. Un edificio sagrado, un templo de redención para una humanidad humillada. Como él mismo decía, «los templos siempre se hicieron para adorar dioses, pero nunca se hizo uno para conmemorar al ser humano».
![5.-Oswaldo-GuayasamÃ-n-El-mestizaje](https://cruzandoelecuador.wordpress.com/wp-content/uploads/2015/07/5-oswaldo-guayasamc3a3-n-el-mestizaje.jpg?w=339&h=207)
Lamentablemente Guayasamín no pudo terminar esta su última y más importante obra. Debido a un problema de la vista se encontraba en Baltimore, Estados Unidos, cuando la muerte lo encontró de un repentino infarto en el lobby de un hotel, el 10 de marzo de 1999. Sin embargo la Fundación Guayasamín, se encargó de terminar su obra, con la ayuda de artistas de la región, y el 22 de noviembre de 2002 fue inaugurada La Capilla del Hombre, declarada ya por la UNESCO como proyecto prioritario de la cultura mundial y patrimonio cultural del estado ecuatoriano.
Guayasamin sin duda es un símbolo para Ecuador, su artista más reconocido , su máximo representante a través de esas pinturas y murales impactantes.
Después de tres meses viviendo en Quito, por fin pude visitar la casa-museo de Guaysamin, en lo alto de una de las numerosas lomas de la ciudad y en un entorno privilegiado.
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La casa diseñada por su hermano, era espectacular, toda llena de luz y de más luz. La pena es que no se podía fotografiar dentro de la casa y tampoco en la Capilla del Hombre que visitaría a continuación.
Pero aixx, no pude evitar saltarme la norma y llevarme un recuerdo del interior.
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Bueno dentro de la casa no se podía fotografiar, pero fuera si que se podía y dentro del baño que había habilitado para los visitantes también. Así que cuando entré al mismo, aproveché la ocasión y fotografié una reproducción de una de sus más conocidas obras de la última etapa en la que quería transmitir ternura.
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Pero si dentro era impactante, el entorno no lo era menos..
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La casa vista desde fuera daba idea de sus dimensiones y diferentes niveles. Vamos, que era enorme.
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En el entorno de la capilla del hombre, también había unas representaciones de otro aspecto de sus obra: diferentes paisajes. En ellos se podía reconocer a la propia ciudad de Quito.
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También pinturas de flores. Algo totalmente diferente a su aspecto más reivindicativo.
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Sin duda, una cara más amable que se aleja de su pintura más cruda y reivindicativa.
Pero el museo todavía me reparaba unas cuantas sorpresas. Guayamain era un gran coleccionista de arte y paseando por los jardines me encontré unas cuantas estelas, tanto guatemaltecas, mexicanas y hondureñas….¡Cuantas culturas encerradas en una sola casa!
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Sin duda la visita me impactó. De ser casi un artista desconocido para mi antes de llegar a Ecuador, a comprender la dimensión de la persona y el artista.
Para concluir una de sus numerosas frase célebres, escrita frente a la Capilla del Hombre.
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Fuente: http://www.corneta.org/no_118/obra_de_oswaldo_guayasamin_artista_ecuatoriano.html
Ana